
En septiembre de 1978 Georgi Markov, esperaba un autobús en la parada de Waterloo Bridge de Londres. Hacía años que había huido de Bulgaria para ser recibido en occidente donde había cosechado toda clase de premios literarios mientras trabajaba como locutor en la BBC. Desde su exilio había creado un foro crítico con el sistema comunista de su país y su dictador, Thodor Zhivkov. Se trataba este de un peligroso enemigo y, para entonces, Markov sabía que su vida corría peligro. Lo que no podía imaginar es que esa parada (en medio de una de las calles más transitadas del mundo) sería el escenario de su asesinato. Junto a él, un hombre que, fingiendo un despiste, se le acercó y le clavó en el pie la punta de su paraguas. Este hecho cotidiano no fue advertido por nadie y ambos transeúntes se alejaron sin apenas percatarse de su existencia mutua. Tres días después Markov expiraba asegurando que un paraguas lo había matado.

El hombre con el que se cruzó fue muy probablemente Francesco Giullino, un viejo camello que había sido cazado mientras intentaba pasar droga en la frontera de Bulgaria y que ahora formaba parte del DS. Las precauciones que tenía Markov habían obligado a este servicio secreto a agudizar su ingenio para cometer el asesinato y ,para ello, Giullino había utilizado un paraguas del KGB que contaba con una diminuta aguja con ricino. El simple picotazo provocó la muerte del locutor. Pronto el caso sorprendió a toda la opinión pública, pero Scotland Yard nunca hayo al “asesino del paraguas”. Giullino (conocido entonces como “el agente Picadilly”) desapareció de la faz de la tierra en los 90. Aun el caso no está del todo esclarecido.
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