Mi destino en las vacaciones será finalmente Londres. Regreso de nuevo a la ciudad del comercio, a la nación del imperio. Allí espero alejarme un poco de todo, encontrar lo que busco, por supuesto también lo que no busco y, ¿por qué no? lanzar mis brazos alrededor de todo Londres (ya sabeís “I´m throwing my arms around all of Paris”).
Curiosamente que vaya a volver otra vez me ha dado pie a reflexionar sobre el espíritu del pueblo de Gran Bretaña ese
volksgeist común entre los británicos. Y es que no creáis que solo España tiene un problema identitario. En el caso del ideal de Gran Bretaña es aun más complejo, pues se trata de una unión, con Inglaterra como elemento preeminente, y con un espíritu que se basa principalmente en los ideales de Imperio y comercio, cosas de las va más bien de capa caída (el tema , bueno, lo trata magníficamente Pablo Fernandez Albaladejo en uno de sus trabajos de “Materia de España”). Pero esta no era mi reflexión, sino más bien la idea que tengo yo sobre dicho espíritu, los lugares de la memoria que lo componen... A la cabeza rápidamente me vienen los clíperes cortando océanos, el British Museum, Trafalgar Square, la Union Jack o ese ideal de Irish Blood, English Heart extrapolado a escoceses o galeses. Luego he recordado la historia del capitán Scott.
“Todas las penalidades, todos los sacrificios, todos los sufrimientos ¿de qué han servido? Solo han sido sueños que acaban de desvanecerse”Estas fueron las palabras escritas por Scott en su diario al llegar al polo Sur. Era el 17 de enero de 1912. Cinco hombres en medio de la nieve observaban de forma desalentadora la bandera Noruega. El aventurero había ganado a los científicos y Amundsen hacía casi un mes que había plantado su insignia. Ahora, derrotados, debían volver de nuevo a Londres. Oates, Wilson , Bowers y Evans habían sido los cuatro hombres que Scott había elegido; tres ingleses, un gales y un escoces para llegar al último lugar de la tierra. El verano del Polo estaba concluyendo y la travesía a pie era tremendamente lenta. Atrás sus compañeros, que habían regresado, y sus animales y trineos, que habían sucumbido. Oates había dicho “lo tiraría todo por la borda si no fuera porque somos una expedición británica…” Evans, que era el más fuerte, fue el primero en rozar la locura. Un día no se levanto. Oates, con los pies congelados, decidió sacrificarse para que los otros tuvieran alguna posibilidad. Una noche simplemente salió de la tienda a la llanura helada despidiéndose de sus compañeros con un sencillo “
sólo voy a salir un rato”. Todos sabían con quien se iba a encontrar. Pero el tiempo se cebaría con estos hombres. Una profunda ventisca hacía imposible la marcha. Finalmente, a solo unos kilómetros de un depósito de comida, los hombres de Scott vivieron sus últimas horas, conscientes totalmente de ello. Fue entonces cuando nació el auténtico mito de Scott. Aprovechó para escribir una serie de cartas, a su familia y seres queridos, hablándoles de su destino manifiesto de acabar así. Otras a las familias de sus compañeros caídos, narrando sus heroicidades. Pero sin duda la más grande fue la última carta, al pueblo inglés:
… Desde hace cuatro días nos ha sido imposible salir de la tienda, el huracán brama a nuestro alrededor .[…] no lamento haber emprendido esta expedición; ella demuestra la resistencia de los ingleses, su espíritu de solidaridad y prueba que saben mirar la muerte con tanto valor hoy como ayer. […]me gustaría tener una historia que contar sobre la resistencia, fortaleza y valor de mis compañeros que removería el corazón de todos los ingleses. Estas torpes notas y nuestros cuerpos muertos, contarán la historia...”Para mí la expedición y el propio Scott son ese ideal del espíritu de Gran Bretaña. Estimula esa identidad: un hombre que Zweig describiría como el “común de los ingleses”, sin rasgos románticos, pero que “expresa solo voluntad y sentido práctico”. Por mucho que la carta del capitán Scott fuera para el pueblo ingles, para mi ejemplifica ese espíritu británico: alguién que extiende el dominio, el empire y su cultura. Por ello no solo es un inglés, sino mucho más, y es esa la sensación de como comprendo el espíritu de la Gran Bretaña.